miércoles, marzo 16, 2005

Doble rosa, doble zapato

El sábado amaneció nublado en Parque Leloir. El horóscopo (perdón, el pronóstico) meteorológico decía "parcialmente nublado", pero estaba nublado del todo. De todos modos, no hacía frío y decidimos disfrutar del aire puro y la tranquilidad de la quinta. Marti se acostó en la hamaca paraguaya a leer su libro sobre Feltrinelli, y yo me senté a pintar el paisaje. Todo trans ppiiiii piiii uuuuhhhh uuuuhhhhhh pi pi pi pi pi pi buuuuuuu buuuuuuu la puta madre en ningún lado se puede estar tran piiii piiii uuuuuhhhh uuuuuuhhhhh apaguen esa alarma la recon pi pi pi pi pi ...

Seguimos con nuestra vida lo mejor que pudimos, pensando que sería la alarma de algún auto y que pronto vendría el dueño a apagarla. Calentamos un poco el pollo a la parrilla que había quedado del viernes, y nos pusimos a almorzar. Una hora después, la alarma seguía sonando, y todavía con el último bocado en la boca decidimos salir a dar una vuelta a ver si encontrábamos el origen del infernal ruido. Llegamos a la esquina, y vimos una casa en la cual una luz titilaba al ritmo del sonido. Caminamos unos metros más, y entendimos todo: el portón estaba abierto de par en par, lo mismo que la puerta de calle. Cuatro dobermans se paseaban por el jardín, sorprendidos de su repentina libertad. Sin pensarlo dos veces, pusimos pien en polvorosa y le pedimos a una vecina, a través de la cerca, que llamara a la policía, ya que nosotros no teníamos teléfono.

Un rato después se escuchó la sirena de un patrullero. El ruido a esta altura nos tenía más que podridos, por lo que salimos a dar una vuelta por el barrio. Cuando volvimos, estaba la camioneta de la policía en la puerta. Nos acercamos a rogarles que corten el cable o hagan algo para callar esa alarma que estaba sonando hacía como dos horas, pero el cana aprovechó para tomarnos como testigos. Se comunicó por radio para transmitir nuestros datos. "Estoy con el señor Hernán T... , doble rosa, doble zapato, DNI ... y con la señora María Marta R.... ellos viven a la vuelta..." Mientras tanto, uno de los dobermans trataba de montarse a otro, que lo sacaba cagando, y tenía que consolarse refregándose contra el pasto.

Teníamos la esperanza de que el problema se solucionara antes de la hora de la siesta, pero no fue así. Cerramos las puertas y ventanas y dormimos lo mejor que pudimos. Cuando nos levantamos, nos vestimos y nos fuimos a buscar un poco de tranquilidad al shopping, y después al cine.

Conclusiones:
  • Tener perros no sirve para nada. Bueno, sí, sirven como mascotas, pero para vigilar la casa parece que no mucho.
  • Es inútil y terriblemente molesto que una alarma suene por más de, digamos, media hora. En media hora tuvieron tiempo de robarte todo. Casi diría que es inútil tener alarma, porque si era por los vecinos, la policía llegaba al otro día, pero seguramente los chorros rajaron cuando la oyeron, así que de algún modo cumplió su cometido.
  • Si buscás la paz... La Paz está en Bolivia.

jueves, marzo 10, 2005

Concavo y Convexo

Como ya había comentado, la flaca me regaló para mi cumpleaños el libro "El espejo mágico de M.C. Escher". Entre los dibujos que trae el libro, este es uno de mis favoritos.

Si sacáramos las personas, los adornos y las lagartijas, este dibujo sería como cualquier otro, mostrando el interior de un edificio. Pero si prestamos atención a estos detalles, notamos algo extraño. La lagartija de la izquierda está a punto de finalizar su escalada por la pared, mientras que la de la derecha se está sosteniendo para no caerse... ¿Y qué pasa con el señor de la escalera de la derecha? ¿Está apoyado o se está por romper la cabeza contra el piso? El dilema se resuelve cuando caemos en la cuenta de que la mitad del dibujo es "convexa", y la otra mitad "cóncava", o viceversa.

La gloria de Don Conrado

Hace dos semanas, una tarde, llamó a casa un viejo (se le notaba en la voz), preguntando por la Señora María Marta. Marti había salido a hacer compras, pero el viejo no iba a perder su oportunidad de hablar, y lo hizo por media hora conmigo.

Don Conrado es italiano (esto también se le notaba, y se lo pregunté directamente al oirle decir "secondo" en lugar de "según" por cuarta vez), era aviador, y estuvo en la guerra. Ahora quiere publicar un libro con sus memorias, y para eso llamaba.

Marti arregló para que fuéramos a visitarlo a Olivos el viernes por la noche, y allá fuimos, después de cambiarme la camisa negra por una gris, ya que no sabíamos hasta el momento de qué lado había estado el viejo.

Llegamos a la casa, y se había cortado la luz. Con una vela, pudimos ver todo lo que el viejo había puesto sobre la mesa: Carpetas, fotos, y una versión ilustrada del libro que quiere hacer, con diseño de tapa y todo: "Historia de mi vida". El resto del tiempo lo pasamos descifrando lo que nos contaba Don Conrado: De su infancia en un pueblo cerca de Udine, de la maestra que lo quería mucho, del campamento de los jóvenes fascistas, de la guerra en Grecia, de cómo aprendió griego en dos meses (y no aprendió el castellano en 60 años), de su primera novia, de las novias que vinieron después de la primera, del combate contra los alemanes, con uniforme inglés, y de la confusión de los partisanos cuando se lo encontraron.

Don Conrado es un hombre orgulloso: De sus condecoraciones, de sus amistades (nos mostró fotos con Darío Vittori y con el señor Zanella, que le propuso hacer un negocio juntos vendiendo motos cuando eran jóvenes), de su hijo aviador y su hijo cirujano, de sus doce heridas mortales que tan mortales no resultaron, y hasta de su mala suerte, que no le impidió avanzar en la vida y tener 35 empleadas en su fábrica de discos de embrague.

Ahora el manuscrito está en casa, esperando que Marti tenga un rato para cambiar todos los "fiume" por "río", y hacer todas las sugerencias que resulten pertinentes. Mientras tanto, Don Conrado no para de llamar cada dos días para preguntar por su vida.

lunes, marzo 07, 2005

A partir del jueves, y por un mes y medio, la flaca y yo nos convertimos en los afortunados locatarios de "La Araucaria", una quinta en Castelar. La casa es chica pero acogedora, y la quinta tiene lo esencial: parrilla, pileta, bosquecito y hamaca paraguaya.

El sábado, y con motivo de mi cumpleaños, vinieron los parientes a disfrutar de un asado hecho en colaboración con mi cuñado, y de la pileta que estuvo a pleno, gracias al sol que a pesar de alguna que otra nube se hacía sentir. A la tardecita cayeron algunos amigos, a tiempo para la picada, la cerveza y el trivial. El domingo nos dedicamos a descansar y desintoxicarnos, a darnos uno que otro chapuzon, a leer (Marti me regaló un libro de Escher espectacular) y dormir.

Un detalle: Me olvidé la cámara de fotos en casa, pero mi cuñado trajo la suya y algunas sacamos. Además, hice un dibujo en pastel tiza de la casa que quedó allá. Muy pronto, por este mismo canal.