miércoles, marzo 08, 2006

La mujer que yo quiero

Hoy es el día de la mujer.... No, no: Hoy es el día "internacional" de la mujer, con todo el prestigio que tiene lo internacional, como la peluquería del uruguayo en Primera Junta con su pomposo cartel "Coiffeur internacional".

Dejando de lado las disquisiciones sobre si tiene que haber un día de la mujer como hay un día del animal, a "la" mujer (nunca mejor dicho), o sea, a mi mujer, le dedico estos versos prestados (que la poesía es de quien la necesita).

La mujer que yo quiero no necesita
bañarse cada noche en agua bendita.
Tiene muchos defectos, dice mi madre,
y demasiados huesos, dice mi padre.

Pero ella es mas verdad que el pan y la tierra.
Mi amor es un amor de antes de la guerra.
Para saberlo, la mujer que yo quiero, no necesita
deshojar cada noche una margarita.

La mujer que yo quiero, es fruta jugosa
prendida en mi alma como si cualquier cosa.
Con ella quieren dármela mis amigos
y se amargan la vida mis enemigos...

(...)

La mujer que yo quiero, me ató a su yunta;
pero, por favor, no se lo digas nunca...

(Gracias Joan Manuel)

martes, marzo 07, 2006

Con la música a otra parte

Dijo la flaca que el músico merecía un comentario aparte, y espero estar a la altura de las circunstancias (no empiezo bien usando una expresión tan común, pero acá vamos de todos modos).

El anuncio decía escuetamente "música en el jardín", y lo que nos imaginamos fue un ensamble de jazz, un ambiente muy cool con velitas y una carta de vinos ordenada por bodegas que deberíamos reordenar mentalmente por precio.

Nada más lejos de la realidad.

Finalmente, y después de una larga pero amena espera (con un joven leyendo por primera vez sus poesías en público y un té verde gentileza de la casa), llegaron no los músicos sino "el" músico. Corpulento (versión "políticamente correcta" de la palabra "gordo" - flaca, tomá nota -), de pelo largo y rubio, muy lacio, y extremadamente simpático. Se limitó a decir "en un minuto empezamos" y lo siguiente que se escuchó fue el rítmico sonido de sus nudillos contra la puerta del baño (el "aaaaahhhh" de alivio posterior sólo sonó en la imaginación de los asistentes).

Mientras en el centro de Pinamar cobraban entre 100 y 200 pesos para ver a Charly García (pero sólo para verlo, ya que escucharlo había que escucharlo por la radio), allá donde Libertador se hace de tierra Diego Carrascal (que así se llama) nos deleitaba tocando en la flauta traversa y la guitarra temas clásicos del folclore argentino y algunos propios; interrumpiendo una chacarera después de la "primera" para sacarse el pelo de la boca, hablando con el público, pidiendo disculpas por la ausencia de su mujer (segunda voz y bombo) debida a la enfermedad de uno de sus hijos, en fin, desparramando arte y vida a los cuatro vientos. Y convirtiendo esa noche, entre la arena, los pinos y la luna, en una noche mágica.